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lunes, 6 de junio de 2011

la vida en seis minutos


                         
                                Lo que hagas hoy te situará en el mañana



Minuto 1.
La vida... ese lugar al cual accedes sin pedir permiso, llorando, vestido de piel desnuda y con cara de pocos amigos. A pesar de ello, ya de entrada te esperan besos, regalos, abrazos y un buen recibimiento. Hasta ahí todo parece tan idílico, que hasta dan ganas de quedarse, en este guateque en el que a veces la música que tocan no es de nuestro agrado. Cuando somos niños, vivir es tan sencillo que hasta un enano de cinco años sabría hacerlo. Todo lo que te rodea es un gran juguete llamándote a voces en su busca, para que lo pases como lo que eres. Caes en gracia y hagas lo que hagas arrancará la risa y el cachondeo de los más vividos.

Minuto 2.
A golpes de reloj, accedes en un pestañeo a la etapa de adolescente, en la que la vida comienza a cortar ese chollo color de rosa con tufo a Dodotis y empieza a complicar lo básico. ¡No te quedan anzuelos que tragar...!
Pasas de ser niño a lucir niñato, con esqueleto nuevo y dado de sí. Con la voz y el rostro de otro. Tu sistema endocrino es como un partido de fútbol confinado al desmadre, en el que el árbitro está en las nubes y no se entera de la misa la mitad. Ahí vas perdiendo gracia y ganando broncas. Ahí comienza el show no televisado de la vida auténtica. Comienza, en verdad, el puntiagudo peregrinaje hacia la puerta de salida que hallarás algunos años más tarde.

Minuto 3.
De adolescencia, acné y tras unos breves cantos de gallo, pasamos ya a la fase de juventud, donde vivimos la suerte-desgracia de tener que trabajar, si has decidido tragar, sí o sí, con las condiciones ilegales de la empresa de cualquier triunfador. Ahí hipotecas tu vida por ese sueldo, más de menos que de más, tan escurridizo y microscópico, que con mucha suerte cubrirá la alimentación, el techo y el aire que respiras, contaminado, por cierto. La salud, por regla general, en esta etapa aún está que trepa por las paredes. Esta lagartija interna se ve boyante, pero es cuestión de contar algunas primaveras más para tornarse rebelde y frágil, y sino, dale tiempo al tiempo.

Minuto 4.
Tras haber barajado tus cartas y quedarte con las que posiblemente te hagan ganar algún órdago, comienza la madurez en tu persona, y es ahí donde te vas enterando del guion recorrido.
Unos cuantos hematomas espirituales y de repente te haces sabio, triponcete y amigo del médico de cabecera, que últimamente tus visitas al consultorio son cada vez más frecuentes, y eso desmoraliza bastante...
Llegados a esta fase, siempre, siempre apostamos por el caballo ganador, pero la mayoría de las veces se queda cojo a mitad de carrera, truncando ilusiones y evaporando esperanzas. Nadie dijo que venir a esta casa -con jardín pintado de frutos maduros- fuese una bicoca.

Minuto 5.
Abres los ojos una mañana y ya estás jubilado. ¡Qué bien!. Al fin bebes los vientos de la libertad y puedes disfrutar realmente de tu tiempo. Ya eres libre como un taxi en crisis...  pero hay peros que esperan: otra vez y pisando fuerte, el badulake de tu salud no te lo pondrá fácil y te obsequiará, por lo bien que lo hiciste, con colesteroles, hipertensiones, artrosis y falta de aliento, que se acoplan estos cabrones como una lapa a la losa de la vejez, que ávida va en tu busca. A partir de ya, comienza el pistoletazo de salida que causará, sin remordimientos, antipáticos estragos en tu parcela fisico-mental... ¡y de qué manera, amigo/a mío/a!

Minuto 6.
Si tienes mucha suerte y has salvado con éxito los innumerables peligros que asomaban amenazantes a tu paso, por derecho entras a formar parte de lo que podríamos llamar... la decrepitud: etapa final poco habitable, sin violines ni loterías ya que tocar. Llegados a este punto, ya lo tienes claro clarito y se confirman tus sospechas de siempre: el final se acerca vertiginosamente, lo quieras o sí. Ya puedes caerle de puta pena al portero del más allá, que estás en lista y te permitirá la entrada al tugurio hasta con calcetines blancos.


Continuará... o quizás ya no.


Carlos Gómez

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