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lunes, 30 de mayo de 2011

billete de ida y vuelta





Próxima estación: Boulevar del Pasado. Correspondencia con... líneas 70 y 80.

Viernes tarde:

¡Ring ring!. Suena la campanilla que anuncia tu libertad, simultáneamente con el "¡niños, hasta el lunes!" que nace en la campanilla del viejo profesor.
El tic tac de tu corazón apuesta por la ilusión de ser niño, y curioso, pero siempre gana. Te esperan impacientes el bocadillo de cariño embadurnado de Nocilla y también un tal Espinete, que celebra tu llegada a aquel barrio, con sésamo o sin él, para ofrecerte una sesión de fantasía en consonancia con la inocencia que ahora habita en ti.
Las eternas vacaciones de verano están a la vuelta de la esquina, casi ensambladas con las de Navidad y ello no supone problema alguno. La explosión de ese petardo que enciendes con ahinco, firmemente expresa tu inocente alegría, mientras los amargados mayores te reprenden cada dos por tres... seis veces mínimo.
Dicen esos quejicas con patas de gallo, que el turrón no lo prueban porque suma azúcar y les resta el bolsillo. Hay que reconocer que los adultos están un poco locos, siempre pensando en trabajar, hablando de cosas raras como triglicéridos y no sé qué de política, mientras tú, conversas animadamente sobre hadas, duendes, y superhéroes, con el fornido y sin gimnasio Geyperman, o la buena de Nancy. La inmisericorde cartilla Rubio puede esperar, tras estas largas vacaciones.
Algo llamado "hipoteca" te suena a tardes de Monopoly, aunque a tus padres les suene a otra cosa. Mal asunto ha de ser en su mundo raro, porque tras su mención, un extraño rictus se instala en esos rostros envejecidos, que tú jamás tendrás...

Hoy es domingo. ¡Bien!. Tira al Parque de Atracciones, que los papis están generosos, y eso sin darse un golpe en la cabeza; aunque siguen sosos de cojones, porque no se montan en nada, tan aburridos ellos. Hoy estás en ese templo de tus sueños. Papá y mamá son los dioses, que mágicamente convierten tus rabietas en pases de tiovivo, limón granizado y sabrosos helados cargados de chocolate.

Un manto estrellado recubre ya el cielo, con la luna por bandera y aquel primer cometa que vieran tus ojos, pintando el firmamento de castillos imaginarios. Tu libro gordo favorito, Petete, hace una vez más aparición estelar, recordándote que ya es hora de acoplarse en los cálidos brazos de Morfeo, porque hoy eres un niño.

Se va haciendo tarde y regresamos a la estación, que hoy el tren al futuro viene con retraso, pero viene y no te escapas ni con el disfraz alado que viste de luz tu imaginación.

¡Próxima estación: Pº del Presente. Final de trayecto!

Ya de vuelta al hoy, miras a tu alrededor, confuso como pez en tu pecera, y te formulas la preguntita obligada: ¿Dónde se esconde aquél pintor, que pintaba el paisaje de mis sueños en vivos colores?
¿Dónde se marchó, aquél duendecillo que arrancaba mi sonrisa por cosas tan banales? porque hoy parecen simples tonterías, incapaces de mover un milímetro las comisuras de mis labios cansados.

Viendo el actual panorama y con el traje de la resignación, voy a merendar esa infumable avena que aseguran baja el colesterol, mientras apago como un autómata el televisor, sin llegar nunca a saber cual es el friki mediático que presume de hacer más el ridículo...


Carlos Gaona.

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