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lunes, 20 de junio de 2011

"¿a que os damos miedo?"




Pensaba yo, cuando no tengo moscas que matar, que mi humilde conocimiento estaba al tanto del tétrico catálogo de malas acciones que hacen caer muy bajo al ser humano. Pero, y a la espera de lo que me queda por ver, la evidencia me sugiere que estaba equivocado.

Lícito y sano es manifestar el malestar social que estamos viviendo últimamente. Todos vamos en el mismo barco y hemos de esquivar a ese iceberg político que amenaza con hundirnos a pasos agigantados. Ante esta debacle política, con sus desacertadas dotes de mando, hay de todo como en botica: reacciones civilizadas de un pueblo cansado de tanto soplapollas, y otras que no rozan, no, sino sobrepasan una incoherencia, tan rastrera y cobarde, que escapa a la razón de cualquier persona equilibrada y merecedora de ese calificativo.

La luz verde del respeto se me enciende ante los "indignados" civilizados; aquellos acampados que reivindican sus derechos y aguantan estoicos estos carros y carretas cargados de incertidumbre, hacia un futuro que se promete harto prometedor... pero de bolsillo vacío, cielo por techo y patada en el culo.

Ahora, doblemente indignado ando yo, al tratar de entender, sin éxito, el deleznable episodio que aconteció hace unos días, por un grupúsculo  -repito: grupúsculo-  de acampados, que apoyo en el fondo, pero no en la forma, que bien se salió del molde. Acontecimiento tan ruin, que haría estremecer al mismísimo Allan Poe en un ataque de inspiración.

¿A alguien se le ocurriría agredir a un invidente (me importa un huevo si es político o el vecino del tercero) e intentar arrebatarle, por violencia que no quede, al pobre perro lazarillo de sus manos; refinado animal ajeno a las miserias humanas?

Parece que también hay individuos capaces de eso. Con este acto condenable por derecho, se confirman mis sospechas, una vez más, de la calidad humana que pulula por doquier. Gentes que se aferran a cualquier excusa, para dar rienda suelta a sus diarreas mentales, aprovechando una leyes ciegas, que dan tanta risa... como indignación in crescendo, baja por mi escalera:

1ª - la estupidez plena
2ª - es penita de la buena
3ª - además da vergüenza ajena
4ª - ver tantita impunidad obscena
5ª - lucecillas, tufos y tintes de verbena
6ª - esto es un circo para el nene y la nena
7ª - pues es bastante complicado chupar trena
8ª - manguis, chonis, kíes... estáis de enhorabuena
9ª - yo lo flipo en colores, así como suena... la novena.


"¿A que os damos miedo?":  


se mofaba la choni de irrefutable chulería
¡quién lo diría! sino es en compañía
arropada por tropecientos rambos de pastel
haciendo gala, como no, de su propia estupidez

generación ni-ni venida a menos que a más
la cultura del esfuerzo hace tiempo quedó atrás
por mucho que recemos esto no hay dios que lo arregle
mientras otros, a chupar pesebre... y a reir tan alegres.


Que me perdonen los poetas, al igual que la justicia perdonará a estos pobres descerebrados.             


Carlos Gómez

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