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lunes, 21 de febrero de 2011

Carpe Diem




Cuando somos niños, nuestros pensamientos y actos se basan, mayormente, en lo que acontece en el presente. Cuando somos niños SABEMOS VIVIR. A medida que avanzamos, atrás dejamos aquellas épocas, aunque muchos se quedan ahí, al menos espiritualmente, como forma de evasión ante un duro presente que no aceptan. Cuanta más paz mental sientes, menos te acuerdas del pasado, porque hoy estás autorrealizado y no te apetece recordar el pasado ni elucubrar sobre tu destino, que uno jamás volverá y el otro ya llegará. Lo importante es el camino, no la meta.


He sacado en conclusión, que las personas que viven permanentemente en el pasado no son felices. No les gusta el presente, su presente, y es una forma errónea de evasión de la realidad.  La persona que vive su antaño, involuciona y muere un poco; se oxida. Se pierde demasiadas cosas, aparte de no vivir, y lo peor, no se percata de tal hecho, viviendo refugiado en situaciones pasadas que jamás volverán, en épocas que creen eran más felices, en un mundo de ficción.


Sólamente proyectando nuestra mente en el momento, en las cosas que nos rodean y vivimos ahora, uno se puede desembarazar del pasado, del futuro y vivir hoy. Eso no quita para cubrirnos las espaldas ante el futuro, formándonos un porvenir y poner en práctica lo aprendido del pasado. Pero lo importante es el hoy, el ahora, y vivirlo intensamente, poniendo los cinco sentidos en lo que nos rodea.
Todos los actos sin pensamientos paralelos, sin elucubraciones parásitas autodestructivas; poniendo los sentidos al cien por cien; escuchando, observando, oliendo, palpando o degustando. Eso es vivir. Eso es el Carpe Diem

Mañana, ya veremos qué ocurre.

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