Buscar este blog

domingo, 20 de febrero de 2011

Materialismo y artificios




Vivimos de espaldas a la madre naturaleza, y eso tarde o temprano hay que pagarlo, porque ella no perdona ningún atentado a su reino. Nos creó para vivir bajo unos patrones y precisamente hacemos todo lo contrario: vapulearla incesantemente.
Si analizamos nuestra forma de vivir, nos damos cuenta de la cantidad de artificios que nos rodean, empezando por algo tan básico como el aire, la alimentación, la vestimenta, hábitos perniciosos o incluso nuestro comportamiento neurótico, en general, de falta de empatía hacia el prójimo.


Somos el único animal de la faz de la tierra que mientras se alimenta, por ejemplo, su mente está pensando en problemas o tareas pendientes. Son los agravios de la inteligencia emocional mal enfocada. Hay que pagar un precio muy elevado por disponer de ella, y no usarla adecuadamente. Precio en forma de enfermedades tanto físicas como mentales, disturbios o infelicidades, porque la infelicidad no la crea una vida austera, sino el absurdo afán de poseer cosas inútiles, cuantas más mejor; de dominar todo, en discordancia con su verdadera naturaleza, de paz, armonía y observación.

Vivimos sometidos a las fauces del mayor depredador: el capitalismo. Esa es la punta del iceberg de las desdichas, la causa de guerras, ansiedades y escorias mentales. No somos capaces de percatarnos que necesitamos bastante menos de lo que buscamos, pero en un afán absurdo de reconocimiento ante la sociedad, nos vemos envueltos en este funesto juego, casi inconscientemente.
Nos complicamos demasiado la vida y lo demostramos cada día. Estamos sometidos al control de gentes egoistas, impuras y androfóbicas, aunque vistan de traje, corbata y sonrisa en desacuerdo con sus oscuros pensamientos. Esto está hecho así y no hay vuelta atrás. La vorágine materialista y artificiosa nos sume en una pesadilla real, en la cual nos vemos atrapados sin remedio: hipotecas interminables, alimentos desnaturalizados, exceso de drogas, desórdenes del sueño, aire corrompido, ruidos inútiles, coches altamente contaminantes, despertadores, telemierda (pocas cosas me ponen ya malo, salvo cuando oigo aquello de "la princesa del pueblo"), abriguitos de piel, maltrato al entorno y si no cumples con los cánones impuestos...  estás fuera, eres raro, eres lo peor...


Y sino peor:  estás loco.

Siendo sincero, cuánto me gustaría estar fuera. De momento, ya es un poco tarde para rectificar, pero no lo descarto en un futuro próximo.

Carlos Gómez

No hay comentarios:

Publicar un comentario